¡Qué esplendido día ha amanecido! Mi humor esta mañana era
inmejorable. Ver que el cielo era azul y que el sol brillaba a pesar de la
tromba de agua que ha caído toda la noche y toda la madrugada, ha sido muy
gratificante. Y nada mas desayunar me he puesto en marcha. Mi idea era seguir
uno de los caminos que parten desde la base de la montaña que hay enfrente del
camping, pero como es ya costumbre, no habían pasado ni diez minutos cuando ya
me había metido campo a través y camino hacia la cima.
Tras hora y media de penoso ascenso, y tras pasar por
lugares de lo mas lóbregos fruto de las llamas que hace año y medio asolaron
parte de estos montes, finalmente llegue hasta arriba, donde en lugar de recibirme
la clásica vista que todos esperamos ver desde la cima de una montaña, lo hizo
un espacio que casi podría calificar de metafísico. Una solitaria roca rodeada
por una espesa nube. Mirase donde mirase no veía más que una desconcertante
inmensidad blanca. Sin duda, un lugar ideal donde reflexionar sobre uno mismo y
ciertamente, una gran recompensa al arduo esfuerzo que supone subir una
montaña.
Cuando alguien es privado de un sentido, el resto se
agudizan. Cuando estas un lugar como el que describo, donde nada hay que ver ni
oír, nada que tocar, ni que oler ni saborear, algo dentro de ti se despierta,
una voz interior que te habla. No quisiera ponerme en plan místico, pero tanta
experiencia sublime comienza a conmoverme.
La tarde de hoy se presenta, al igual que la de ayer,
nublada y con lluvia intermitente, de modo que me quedaré en el móvil para
dibujar y jugar un poco a la consola. Aunque antes es posible que vaya a
investigar un poco por el camping, ya que mientras comía he visto que unos
chicos de más o menos mi edad se dirigían a la zona de acampada. En fin, ya
veré.
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