martes, 14 de enero de 2014

Día dos

Menudo frío al salir de la cama esta mañana ¡Y menudas agujetas! El día además pintaba bastante horrible, gris y con ganas de llover. Pero a medida que desayunaba, veía por la ventana que todo se empezaba a cubrir de niebla, de modo que he pensado ‘ah, qué demonios, voy a darle una oportunidad’ ¡Dios bendiga esa decisión! Nunca había caminado solo por un busque, bastante denso por cierto, envuelto completamente por la niebla, una niebla espesa además. Creo que ha sido una de las experiencias más mágicas y místicas de mi vida; era como caminar dentro de mi subconsciente. Silencio ensordecedor y, de pronto una ramita suena al partirse, una sombra se mueve en el rabillo de ojo, un pájaro trina y, otra vez nada, solo tú, el bosque y la niebla.

Cuando finalmente salí a una zona más despejada, me encontraba muy cerca de donde estuve ayer por la tarde. Me alegré bastante, ya que imaginé que desde esa altura, habría una bonita vista del valle. No me equivocaba. Al llegar arriba, ante mí se extendía un inmenso mar de niebla, y a los pocos minutos, uno de los espectáculos más bellos que jamás he presenciado. Un fuerte viento del sur oeste comenzó a soplar, creando un hermoso baile con las nubes atrapadas entre las montañas. Estas se arremolinaban y retorcían mientras ascendían y como el pulso de una respiración, el valle se llenaba y vaciaba una y otra vez. Para mas fortuna, una piedra me sirvió de trípode en uno de los lugares donde mejor se presenciaba y puede grabarlo todo con mi cámara. Como broche final, unas aves que no estoy muy seguro si eran águilas o buitres (mis dotes ornitológicas son bastante nefastas) comenzaron a volar relativamente cerca de mí, pero no una ni dos, si no seis. Una empezó a acercarse bastante, y por precaución me fui de allí.


Hoy me voy a la cama bastante cansado y con la certeza de que venir, ha sido la decisión acertada.





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